La Tristeza

La tristeza es un estado de ánimo habitual y normalmente pasajero. Se considera una de las 5 emociones básicas y como tal, forma parte de la experiencia humana. De hecho, las personas sentimos más emociones desagradables que agradables… ¿Te has parado a pensar a qué se puede deber? Probablemente se deba a que las emociones desagradables cumplen una función fundamental para la supervivencia.
Por todo ello, es fundamental conocerla de cerca, saber para qué sirve y así poder gestionarla para que no se convierta en un trastorno mental como la depresión. Así que… ¡vamos a ello!

¿Cómo diferenciar la depresión de la tristeza?
Cuando nos sentimos tristes, sobre todo si es de un modo intenso, podemos confundirlo con un trastorno depresivo. Aunque la tristeza está presente en la depresión, ésta última es un trastorno mientras que la tristeza, tal y como hemos comentado antes, es un estado de ánimo más o menos pasajero y natural de la experiencia humana.
En los últimos años los casos de depresión en España han aumentado; el Consejo General de Psicología habla de que una de cada cuatro personas tiene síntomas compatibles con un trastorno depresivo. A parte de la tristeza, los síntomas más comunes en los cuadros depresivos son los siguientes: sentimientos de desesperanza, creencias negativas, falta de interés y dificultad para realizar actividades placenteras, alteraciones del sueño y a veces pensamientos o intentos autolíticos.

¿Pero, para que sirve la tristeza?
Por un lado, los seres humanos somos por naturaleza animales sociales. Vivimos en grupo y nos conectamos en redes de relaciones. Los niños y las niñas necesitan durante años a sus cuidadores y por ello los vínculos tempranos son vitales para crecer de modo sano. Podríamos decir que los seres humanos nacemos con la capacidad y la necesidad de relacionarnos. Esa vinculación está además potenciada por una sensación que experimentamos ante la pérdida de las figuras por las que sentimos afecto: la tristeza. Si no experimentáramos tristeza ante la perdida de personas o situaciones no tenderíamos a mantenernos apegados a la gente o a las cosas.
La tristeza, aunque dolorosa a veces, es necesaria para el funcionamiento y la supervivencia de individuos y comunidades. Se podría decir que es como una especie de pegamento relacional.

Por otro lado, la tristeza sirve para parar. Sirve para poder cerrar etapas, aceptar y asumir un cambio y desde ahí poder entrar en la siguiente etapa. Es como coger un impulso que nos ayuda a pasar a otra etapa vital.

Por último, podemos destacar que la tristeza sirve para que ese estado emocional genere una respuesta en nuestro entorno. Nos ayuda a recibir un apoyo extra de nuestro entorno más cercano. Este apoyo extra es de vital importancia en la elaboración y superación de la tristeza o de la pérdida que la ha generado.

¿Cómo gestionar la tristeza?
La tristeza se autorregula, como todas las emociones, si dejamos que fluya y se integre con el resto de nuestras emociones. Si en lugar de dejar que siga su camino y se canalice, intervenimos reprimiéndola, sintiéndonos culpables, mirando para otro lado etc… es probable que la tristeza se quede enquistada, vaya aumentando y en algún momento sea de tal intensidad que nos desborde.

De hecho, muchas veces nos encontramos con personas que no notan la tristeza y en lugar de esa emoción lo que notan es enfado o rabia. A veces, cuando no hemos aprendido a manejar la tristeza, lo que hacemos de un modo totalmente inconsciente, es sustituir esa emoción por otra con la que sí estamos más familiarizados, como puede ser la rabia.

Otras personas directamente ni notan la tristeza, la tienen como suprimida.

¿Por qué unas personas la gestionan de dejan que fluya y otras no? La respuesta a esta pregunta no es sencilla pero lo que sí sabemos es que tiene mucho que ver con la infancia y con los primeros vínculos. Ahí van algunas preguntas que nos pueden ayudar a entender mejor nuestra forma más o menos eficaz de gestionar la tristeza:

¿Mis padres/madres, cuidadores, expresaban la tristeza? ¿Me enseñaron a identificarla? ¿Los adultos que cuidaban de mí me enseñaron/ayudaron a regular esta emoción?

Por todo ello, os propongo varios pasos que pueden ser útiles en el manejo y gestión de la tristeza:

1. Darnos cuenta; identificarla y notarla en el cuerpo

2. Entender los motivos por los que ha surgido esa emoción: ¿con qué está relacionada esa tristeza? ¿Tiene que ver con una perdida, con una separación o con un cambio de etapa?

3. Autocuidado: poner especial atención a cómo nos tratamos, qué cosas nos decimos sobre todo cuando estamos emocionalmente mal. ¿Nos ayuda lo que estamos pensando? ¿Nos hace sentir mejor y nos ayudan los mensajes que nos estamos mandando? ¿Qué le diríamos a alguien querido ante esa misma situación? Revisando esta parte estaremos contribuyendo enormemente a nuestro bienestar y a la gestión emocional.
Compartir esa emoción con alguna persona con la que tengamos confianza, pero sobre todo que no se asuste ante las emociones desagradables.